26 octubre 2007

BUSCANDO EL AMOR...

BUSCANDO EL AMOR...

John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre un estudiante de su clase de La Teología de la Fe llamado Tommy.
Hace unos doce años atrás, yo estaba de pie observando a mis estudiantes de la universidad mientras entraban al salón para nuestra primera sesión de Teología de la Fe. Ese fue el primer día que vi a Tommy. Mis ojos y mi mente parpadearon. Tommy estaba peinando su larga cabellera rubia, que caía 6 pulgadas por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una cabellera tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en ese tiempo.

Yo sé que no es lo que está sobre la cabeza lo que cuenta, sino lo que está adentro; pero como ese día no estaba preparado para ello, mis emociones se alteraron y de inmediato catalogué a Tommy bajo la "E" de extraño... muy extraño. Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología de la Fe.
Él objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente, o quejándose por medio de un suspiro o gemido sobre la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente. Así y todo, vivimos en una paz relativa por un semestre, aunque tengo que admitir que a veces sí llegaba a molestarme

Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico, "¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios? "Inmediatamente decidí usar un poquito de la técnica de la terapia de shock. "¡No!", le dije muy enfáticamente. "¿Por qué no?", me respondió, "yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo." Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle: "¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios... pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."

Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida. Yo me quedé algo frustrado por el hecho de que no había captado mi ingeniosa observación: "¡Él te encontrará a ti!", por lo menos yo pensaba que había sido ingeniosa. Un tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me dio el debido gusto. Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de un cáncer terminal.

Antes de que yo pudiera salir a buscarlo, él vino a verme. Cuando entró en mi oficina lucía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía una firmeza que tenía antes. "Tommy, he pensado mucho en ti... oí que estás enfermo", le dije en un tono casual. "Oh, sí, muy enfermo", me respondió, "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."
"Tom, ¿puedes hablar sobre eso?", le pregunté. "Por supuesto, ¿que quiere saber?", me contestó. "¿Qué se siente tener solo 24 años y estar muriendo?", le dije.

"Bueno, podría ser peor." "¿Peor, cómo qué?" "Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida." (Empecé a buscar en mi archivo mental donde años antes había clasificado a Tommy bajo la "E" de extraño...
Parece ser como si a todo aquel que yo rechazara mediante mi propia calificación, Dios lo devolviera a mi vida para que me educara.) "Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me dijo el último día de clases." (¡Se acordó!)

Él continuó diciendo, "Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo: 'Pero Él te encontrará a ti'. Estuve pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda era muy intensa en aquel entonces." (Mi ingeniosa observación... ¡había pensado mucho en ella!) "Pero cuando los doctores removieron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue que empecé a buscar seriamente a Dios. Y cuando el cáncer se regó a mis órganos vitales, de verás que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada.

¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado? Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar y tratar y tratar... y eventualmente, uno deja de tratar. Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar lanzando mis reclamos inútiles por encima de ese muro de ladrillos a un Dios que posiblemente no estuviera ahí, me rendí... Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso.

Pensé en usted y en su clase y recordé otra cosa que usted nos había dicho: 'La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama que los ama'. Así que empecé por el más difícil, mi padre. Él estaba leyendo el periódico cuando me le acerqué. "Papá" "¿Qué?", preguntó sin quitar sus ojos del periódico. "Papá, quisiera hablar contigo." "Bueno, habla." "Papá... es algo verdaderamente importante." Bajó el periódico lentamente, "¿De qué se trata?"

"Papá, yo te amo. Sólo quería que lo supieras." (Tom me sonrió mientras me contaba con satisfacción, como si sintiera un gozo, cálido y secreto, que fluía a través de su interior..)
"El periódico se cayó de sus manos. Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que hubiese hecho antes. Él lloró y me abrazó. Estuvimos hablando toda la noche, aunque él tenía que ir a trabajar al día siguiente. Me sentí tan bien de estar cerca de mi padre, de ver sus lágrimas, de sentir su abrazo y de oírle decir que me amaba. Fue más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros.

Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto por tantos años. Sólo me arrepiento de una cosa - de haber esperado tanto tiempo.. Ahí estaba, comenzando a abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí. Entonces, un día me volteé ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba. Me imagino que yo me portaba como un entrenador de animales aguantando el aro para que saltaran: '¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.' Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había encontrado! Usted tenía razón, me encontró aún después de que yo dejé de buscarlo."

"Tom", le dije casi sin aliento, "yo creo que estás diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios: es la de no hacerlo una posesión particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad, sino abrirse al amor. Sabes, el apóstol Juan dijo eso, él dijo: 'Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.'"
"Tom, ¿podría pedirte un favor?, pregunté. Fíjate, cuando te tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero (riendo) ahora puedes compensarme por todo... ¿Vendrías a mi curso de Teología de la Fe y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se los dijera, no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú."

"Oohh...Yo estaba listo para usted, pero no sé si estoy listo para su clase." "Piénsalo, Tom, y si te sientes listo, llámame." Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo para la clase, que él quería hacer eso por Dios y por mí. Así que hicimos la cita, pero Tom nunca pudo llegar...
Él tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase. Por supuesto que su vida no terminó con la muerte, sólo cambió. Él dio el gran salto de la fe a la visión. Él encontró una vida más hermosa que todo lo que ha visto el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la mente del ser humano jamás se haya imaginado.

Antes de que él muriera, hablamos una última vez. "No voy a poder llegar a su clase", me dijo.. "Lo sé, Tom." "¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá... al mundo entero por mí?" "Sí, Tom, les diré. Haré lo mejor que pueda.."

Así que a todos ustedes que han tenido la bondad de oír esta simple historia sobre el amor de Dios, gracias por escuchar. Y a ti, Tommy, en los brillantes y verdes cerros del Cielo, se los dije lo mejor que pude...

Si esta historia ha significado algo para usted, pásesela por favor a uno o dos amigos. Es una historia real que no ha sido realzada para propósitos publicitarios. ¡Muchas gracias!

Autor: Rev. John Powell Profesor de Loyola University, Chicago

OTRA HISTORIA PARA DESESTRESARSE....JAJAJAJA

EL TELEGRAMA...

Con la persistencia que solo los regimontanos tienen, Cruz se enfrentaba aquella tarde a una entrevista mas para intentar conseguir un empleo.

Llegando a la oficina que le indicaron, frente al entrevistador, esto fue lo que sucedio:

-¿Cual fue su ultimo salario? - Salario minimo - responde Cruz.
- Pues me alegra informarle que si usted es contratado por nosotros, su salario sera de $70,000 por mes.
- ¿Neta...?
- Por supuesto!.

Y di­game, ¿que carro tiene usted?
- La verdad es que yo tengo un carrito para vender elotes en la calle, y una carretilla para transportar escombros...
- Entonces, sepa que si usted viene a trabajar con nosotros, inmediatamente, le daremos un BMW convertible ultimo modelo, y un Audi A6 para uso de su esposa, ambos cero kilometros
- ¿Neta...?
- Si señor!.

¿Usted viaja con frecuencia al exterior?
- Vera usted, bato... lo mas lejos que yo viaje, fue a Doctor Arroyo,
a visitar unos parientes.
- Pues si usted trabaja aqui, viajara por lo menos 10 veces por año,
con agendas entre Paris, Londres, Roma, Monaco, New York, Moscu, entre otros pai­ses.
- ¿Neta...?
- Es como le digo, señor Cruz...

Y le digo mas: el empleo es casi suyo!. No puedo confirmarle 100% ahora, porque tengo que cumplir un requisito de informarle antes a mi Gerente, pero está casi garantizado!. Si hasta mañana viernes, a las 12:00 de la noche, usted no ha recibido un telegrama de nuestra empresa cancelando todo el proceso, significa que puede venir a trabajar el lunes a las 8:00 de la mañana...!

Cruz salio radiante de la oficina!. Ahora era solo esperar hasta la medianoche del viernes, y rezar para que no apareciera ningun maldito telegrama.

Al di­a siguiente todo era optimismo... no podía haber existido un viernes mas feliz que aquel. Cruz reunio a toda la familia y les conto las buenas nuevas. Despues convoco al barrio entero, y les informó que estaba comenzando un asado gigante, con musica en vivo y bebidas para todos los gustos, al cual estaban todos invitados.

Cuando fueron las 5:00 de la tarde, ya se habian consumido varios barriles de cerveza y muchos kilos de carne asada al carbon. Conforme avanzaba el dia, mas personas llegaban y la alegría desbordaba.

A las 9:00 de la noche el barrio estaba extasiado y la fiesta hervi­a!. La banda de musica tocaba sin parar en tarimas improvisadas, el pueblo bailaba y comía, mientras la bebida rodaba sin cesar.

A las 10:00 de la noche la mujer de Cruz empezo a preocuparse, pues le parecia que aquello ya era demasiada exageracion... pero todo continuaba. La vecina buenota, la apetecida del barrio, ya comenzaba a bailar descarado y a apretarse contra Cruz, haciendole descarados coqueteos.

La banda segui­a tocando, el volumen aumentaba, la cerveza corría por litros, el pueblo bailaba desaforado, la carne humeaba en las parrillas y era consumida en cantidades...

A las 11:00 de la noche Cruz ya era el rey del barrio!. Las cuentas de gastos, para divertir y para llenar la barriga del pueblo, a esas alturas ya sumaban cifras gigantes... pero todo sería por cuenta del primer salario!.

La mujer de Cruz segui­a medio afligida, medio preocupada, medio celosa, medio resignada, medio alegre, medio boba y medio asustada.

Once horas y cincuenta minutos... y doblando la esquina, al final de la calle, aparece un motociclista vuelto loco, entrando en la calle de la fiesta a toda velocidad y tocando insistentemente el pito de la moto. Era el cartero...!!!

La fiesta paro en 1 segundo...la banda se silencio al uni­sono...el primo de Cruz se atraganto con una papa...un borracho eructo...un perro comenzo a aullar...Dios mio... !!!... ¿Y ahora quien va a pagar la cuenta de esta fiesta?

'Pobrecito Cruz...!!', era la frase que la multitud murmuraba, y se repeti­an unos a otros. Tiraron unos baldes de agua encima de las parrillas de la carne, y hasta los carbones humeantes pareci­an llorar. Desconectaron los refrigeradores que conteni­an los barriles de cerveza. Los musicos se bajaron de la tarima.

La mujer de Cruz se desmayo cuando la moto del correo paro frente a su casa, y pregunto³: ¿Señor Cruz Treviño Martinez de la Garza? - Si, si... si se... si señor... soy... soy yo...

La multitud no resistio mas. Un 'Oooohhhh' apesadumbrado se escucho en todos los alrededores. Algunos comenzaron a recoger sus cosas para retirarse a sus casas. Mujeres lloraban abrazadas.

Los hombres se daban palmaditas de consuelo en los hombros, los unos a los otros. El mejor amigo de Cruz estrellaba repetidamente su cabeza contra la pared. La vecina buenota se componía la falda y se arreglaba el cabello.

- Telegrama para usted...! Cruz no lo podi­a creer. Agarro el telegrama con sus manos temblorosas con los ojos llenos de lagrimas. Irguio la cabeza y miro con valenti­a y tristeza a toda la multitud que aguardaba expectante.

Un silencio total se apodero del barrio... Respiro profundo y comenzo a abrir el telegrama. Sus manos temblaban y una lagrima se deslizo, cayendo sobre el pavimento. Miro de nuevo a todos los que hacia minutos lo idolatraban; todo era consternacion general.

Logro sacar el telegrama del sobre, lo abrio y comenzo a leer. El pueblo aguardaba en silencio y se preguntaba: ¿Y ahora quien va a pagar toda esta cuenta? ' Cruz comenzo a leer el telegrama. A medida que lo hacia, su rostro cambiaba de expresion y fue quedando muy, muy serio.

Termino su lectura y se quedo abstraido, mirando hacia la nada. Levanto de nuevo el papel y volvio a leerlo. Al final dejo caer los brazos, levantó lentamente la cabeza, saco pecho y miro al pueblo que lo esperaba.

Entonces... una sonrisa comenzo a dibujarse lentamente en el rostro de Cruz!. En ese momento comenzo a saltar, a aullar de felicidad, brincando como un niño, abrazandose con los que estaban a su lado en la mayor demostracion de felicidad ya vista, mientras gritaba euforico:

- Se murio mi ama.....!!!!! Raza ,..... nomás se murio mi ama !!!!!!

Desconozco el autor:

ACERCA DE LA COMUNICACION...

ACERCA DE LA COMUNICACION (Y DE LAS DISCUSIONES) ENTRE LOS CONYUGES...

En la línea iniciada en Un matrimonio feliz y para siempre, me animo a brindar a los esposos un conjunto de reflexiones que tal vez les ayuden a mejorar sus relaciones mutuas. En este caso, girarán en torno a una cuestión clave para el despliegue de la vida del matrimonio: la comunicación.

1. ¿Conectados?

— Soledad y comunicación

Al parecer, se trata de un proverbio chino. Pero, a modo de simple «despertador», podría atribuirse a cualquier cultura y a cualquier época… y, hoy en particular, no necesariamente al varón, sino también a la mujer.

Un hombre dijo a su esposa: «Tengo muchas cosas que hacer; pero todo, todo, lo hago por ti». Con esta suerte de excusa, no hallaban tiempo para estar juntos ni charlar, y el día en que se encontraron de nuevo ya no supieron qué decirse.

Por desgracia, lo que recoge la anécdota de un modo un tanto simplón, no constituye una situación única o exclusiva en la vida del ser humano. Tras los años despreocupados de la niñez llega la adolescencia, y en ella se experimentan las primeras dificultades para comunicarse.

Aflora una tendencia a cerrarse en sí mismo, nos tornamos susceptibles y celosos de la propia independencia e intimidad. Parece que el adolescente solo es capaz de abrirse a los demás dentro del grupo de amigos, pero también allí cada uno representa un simple papel: el de aquel personaje que piensa que le permitirá adquirir el prestigio y recibir la aceptación incondicional que tanto necesita.

— Una experiencia muy común

Y así tantas veces. La soledad es una experiencia que todos, quien más quien menos, hemos sufrido a lo largo de nuestra biografía. Y con la soledad llega la tristeza, a veces disfrazada con un barniz de seriedad. Marcel lo sostuvo con palabras rotundas: «sólo existe un sufrimiento: estar solo»; y lo confirmó tras muchos años de experiencia: «nada está perdido para un hombre que vive un gran amor o una verdadera amistad, pero todo está perdido para quien se encuentre solo».

Con mayor vivacidad, precisión y firmeza lo explica Javier Echevarría: «sólo el amor —no el deseo egoísta, sino el amor de benevolencia: el querer el bien para otro— arranca al hombre de la soledad. No basta la simple cercanía, ni la mera conversación rutinaria y superficial, ni la colaboración puramente técnica en proyectos o empresas comunes. El amor, en sus diversas formas —conyugal, paterno, materno, filial, fraterno, de amistad—, es requisito necesario para no sentirse solo».

Hasta tal punto se trata de algo universal que, con un lenguaje un tanto metafórico, pero certero, la Biblia narra cómo Adán, antes de la creación de Eva, experimentó con desasosiego esta soledad; «no encontró una ayuda adecuada», semejante a él. Por eso acogió a la mujer como un don incomparable y, descubriendo a alguien con quien poderse comunicar, exclamó con un sobresalto de alegría: «Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne». (Lo mismo podría haber sido a la inversa).

— No es cuestión de técnicas

Tal vez se comprenda entonces que la falta de comunicación no siempre representa un problema de desconocimiento de las técnicas pertinentes, como suele considerarse, sino que la mayoría de las veces deriva de la ausencia de un buen amor suficientemente maduro y desarrollado.

Por eso, en ocasiones, ante una situación familiar de aislamiento no basta con tomar nota del hecho y acudir a los prontuarios en busca de la «receta» presuntamente más adecuada. Mucho antes hay que plantear a fondo la pregunta: ¿por qué un marido y una mujer —el lector o la lectora y su cónyuge, si fuera el caso— han cerrado las vías de comunicación?

Y la respuesta, a menudo, frente a lo que se afirma casi por rutina, no irá en la línea de la incompatibilidad de temperamentos o de caracteres ni en la de las dificultades de expresión. Porque no es la palabra en sentido estricto, sino el amor, lo que establece la sintonía entre dos personas.

No hay que olvidar la estrechísima relación entre amor y éxtasis. El auténtico amor impulsa a salir de uno mismo, para asentar la propia morada en el corazón del ser querido: según San Agustín, «el alma se encuentra más en aquel a quien ama que en el cuerpo que anima».

Quien ama tiende a dar y a darse, se da de hecho, se «comunica» a la persona amada, entregándole —de todos los modos posibles— lo mejor de sí mismo: su propia persona. Y acoge libre y gozosamente cuanto le ofrenda aquel o aquella a quien quiere: también, en fin de cuentas, su persona.

Bajo este prisma, parece correcto resaltar como modelo de comunicación hondamente humana la que se establece entre una madre y el hijo que lleva en su seno. E incluso cabría hablar, con Carlos Llano, de una comunicación «que dista mucho de ser silenciosa: se constituye, al contrario, en una voz existencial magna y amplificada, aunque sea sin palabras, porque es —y las madres encinta lo saben bien— la donación de la vida».

— … aunque también de técnicas

Con todo, se dan circunstancias en que la raíz del malestar estriba justo en que marido y mujer no saben comunicarse. Se quieren, pero les resulta difícil hacer al cónyuge consciente de ello: no son capaces de dar a conocer su amor. Por motivos diversos, que sería largo exponer, les cuesta hablar: abrir la propia intimidad, hacer al otro partícipe de sus sentimientos, ilusiones, afanes, dudas, preocupaciones…

Aunque se aman, no gozan de la habilidad para alimentar su afecto mediante la palabra… y pueden llegar a dudar de ese cariño y sentir que su amor se enfría. En tales circunstancias, las técnicas sirven no tanto para suplir el amor (que en este supuesto sí que existe), sino para descubrirlo, para conocerlo cabalmente, desnudarlo de falsas apariencias que lo ahogan, desgranarlo y re-crearlo en un nivel más alto: para hacer re-nacer un amor antes como en ascuas, de modo que despierte los afectos y reavive la pasión amortiguada.

Con palabras más sencillas: las técnicas que un libro, el ejemplo de un matrimonio amigo o el consejo que un experto nos aporten, no pueden suplir un amor que no existe, pero sí ayudar a reconocerlo y descubrirlo más allá de la aparente anemia de la que parecía aquejado. Por eso es conveniente —imprescindible— superar la presunta impotencia y pedir auxilio en momentos de dificultad.

En resumen, podría afirmarse que un matrimonio que ama y lo sabe no necesita técnica alguna, pues los procedimientos con que espontáneamente manifiesta su cariño la suplen con creces; mas a los cónyuges que en el fondo se quieren pero experimentan dificultades para expresar ese cariño, las técnicas de comunicación les ayudarán a amar bien —¡mejor!—, a descubrir o redescubrir un afecto que erróneamente creían desaparecido… y a incrementar ese cariño.

— Dificultad para comunicarse

Tras estas consideraciones, no es difícil comprender que la vivencia que debería presidir el trato de cualquier pareja es la de la comunicación franca y profunda con el propio cónyuge, como fuente de gozo, de paz y de superación de la soledad.

Por el contrario, uno de los fracasos más comunes de algunos matrimonios actuales estriba en que se transforman paradójicamente en sendero hacia la progresiva incomunicación: dos se casan, se aíslan de sus antiguos amigos y compañeros, se hacen voluntariamente estériles, se desentienden de sus mayores y se encierran en sí mismos… para acabar solos, ya sea juntos —«soledad de dos en compañía», llamó hace ya casi doscientos Kierkegaard a algunos matrimonios—, ya cada uno por su lado.

Pero aun prescindiendo de circunstancias tan extremas, no siempre resulta fácil comunicarse con una persona amargada, acaso por culpa nuestra. O por la suya. Tampoco es sencillo abrir el corazón cuando está uno deprimido, triste o cuando —por lo que ha sucedido en ocasiones anteriores, pongo por caso— tiene miedo de que le tomen el pelo si pide un poco de ternura en un momento en que la necesita.

Por varios motivos, pero sobre todo por orgullo —¡los tan tristes «derechos del yo»!, sobre los que más tarde volveré—, a veces evitamos aparecer ante los ojos de nuestro consorte como en verdad somos: no nos fiamos de su amor incondicionado. De esta suerte, uno y otro seguimos siempre siendo parcialmente desconocidos y extraños.

La situación, entonces, degenera, tornándose más y más penosa, por cuanto en el matrimonio —comunidad de vida y de amor— la comunicación personal entre los cónyuges resulta insustituible. La vida conyugal no puede reducirse al encuentro de dos cuerpos, y mucho menos al de dos sueldos, sin que se dé ya el de los corazones… manifestado también y enriquecido a través de la palabra hablada.

Como sostiene El matrimonio y la familia, «el diálogo —junto con el propio amor y la unión conyugal— constituye un medio excelente que tienen los esposos a su alcance para lograr hacer de sus dos vidas una sola; para conseguir una sintonía sin sombras ni secretos que les permita mirar juntos hacia el futuro sobre la base de un pasado y un presente compartidos; para hacer verdad el principio de autoridad conjunta respecto a los hijos y la familia.

Cabe afirmar que sin diálogo no hay familia; que si no se “pierde el tiempo” en hablar, no se ganará lo que merece la pena: felicidad familiar, hecha de participación, ratos compartidos, comunicación permanente, encuentro de corazones».

— Algo más que charlar

En cualquier caso, y una vez asentada la necesidad del diálogo, resulta imprescindible volver a advertir que comunicarse es algo más que un simple conversar o platicar. Presenta, en cierto modo, un doble objetivo: la verdad —el conocimiento efectivo de la realidad tal como es— y el amor.

Comunicarse es, en primer término y por encima de todo, medio insustituible para alcanzar la verdad y resolver los problemas que pueda plantear la familia; y es también y simultáneamente un instrumento soberano para facilitar el amor, haciendo partícipe al cónyuge de los propios sentimientos, de las propias necesidades, alegrías, expectativas y esperanzas.

Consiste en «bajar la guardia» por completo y colocarse hondamente en contacto con el otro para dejarse conocer y conocerlo hasta el fondo; en trasvasar el contenido más íntimo y pleno de lo que nos constituye como persona a la persona, también vívida y sobreabundante y receptiva, del otro.

De ahí que se pueda incluso hablar mucho sin que exista real comunicación: no hay nada de verdadero interés en el mundo que nos rodea que reclame nuestra atención esforzada; ni nada serio, vital, dentro de uno, susceptible de ser ofrecido y acogido amorosamente por nuestro interlocutor.

Cabe charlar de deportes, de la moda, de dinero o de chismes de los vecinos sin comunicar lo que se vive por dentro (a veces, tristemente, porque esa interioridad, poco o nada cultivada, se asemeja bastante a un desierto despoblado y árido). Hay gente tan locuaz como celosa de la propia intimidad.

Por desgracia, vemos bastantes matrimonios en que la comunicación primero se da por supuesta y luego —en fin de cuentas, por miedo al rechazo: por no advertir que somos queridos incondicional y gratuitamente— se teme; se suprime el coloquio personal y se silencian o eluden los problemas. Los espacios vacíos los llena entonces la televisión, el periódico, Internet, un pasatiempo, el teléfono, etc. De una manera muy especial la profesión, incluida la de ama de casa, puede transformarse en un refugio para evitar el diálogo cara a cara.

— Una advertencia importante

Como se habrá podido observar, el concepto de comunicación que estoy esbozando resulta más amplio y rico de lo habitual en contextos similares.

Lo que con frecuencia se expone adolece de un doble defecto de perspectiva:
· Por un lado, de manera no del todo consciente, los pretendidos «expertos» se dejan arrastrar en exceso por el modelo de comunicación más normal en nuestra cultura: el de los mass media, en los que adquieren un papel privilegiado los factores técnicos y estructurales y la categoría de los signos.

Por el contrario, para que un matrimonio vaya adelante y se perfeccione, se requiere algo mucho más personal y cálido que la simple transmisión de informaciones. Es necesario, como antes apuntaba, un trasvase de lo más propio e íntimo que la persona posee; y esto tiene que ver más que con la capacidad de expresión oral, con la actitud recíproca de los esposos y, en definitiva, con la grandeza de su amor mutuo y de su entrega.

· En segundo término, no es infrecuente que, en las sesiones de orientación públicas o privadas, la falta de comunicación se convierta en una especie de talismán explicativo o, si se prefiere, de chivo expiatorio sobre el que se cargan prácticamente todos los problemas surgidos en la vida conyugal.

Y no es que se trate de algo irrelevante, ni mucho menos. Pero, por lo común, no representa la razón última de las disfunciones de un matrimonio: con bastante frecuencia se convierte en la pantalla que oculta otras causas más profundas y globales, que son a las que conviene intentar poner remedio… no solo mediante la invención y puesta en práctica de procedimientos técnicos, sino de ordinario modificando hondamente las disposiciones y la actitud personal de los cónyuges.

Dentro de los límites de este escrito, en las páginas que siguen atenderé a ambos tipos de factores: los que permiten una mejora inmediata de la comunicación y los que implican y facilitan una mudanza de fondo en la relación inter-personal de los cónyuges.

2. Reglas de comunicación

Volviendo a dejar claro que en definitiva no estamos solo ni principalmente ante un problema de técnicas, sino de amor y de mejora personal, intentaré, según he dicho, exponer algunas reglas sencillas para favorecer la comunicación entre los esposos:

— Escuchar

Saber escuchar es la primera y tal vez más difícil condición para que pueda establecerse el diálogo. Y viceversa: no existe persona más interesante y simpática que quien sabe escucharnos.

(Por eso he comentado alguna vez, en tono de broma pero con una intención muy seria, que lo realmente importante no es ser un buen conversador —un buen «charlatán»—, sino un magnífico «escuchatán»… y también un experto «provocador» de confidencias, mediante la apertura de la propia intimidad o a través de las preguntas adecuadas, que despierten y faciliten en nuestro interlocutor la necesidad que todos tenemos de abrir a un buen amigo nuestra alma).

Por otra parte, para comprender los sentimientos y puntos de vista de nuestro interlocutor es menester intentar ponerse en su lugar; y esto supone: · en primer término, tener muy en cuenta su modo de ser y las peculiaridades más hondas que lo caracterizan, así como las circunstancias propias del momento que está viviendo; y · además, olvidarse de uno mismo y atender a lo que en cada instante nos dice y siente quien nos habla, en lugar de andar buscando ya mientras lo hace qué le vamos a contestar.

Es preciso abandonar los propios pensamientos y ocupaciones, saber mirar abiertamente a los ojos de nuestro interlocutor, esperar a que exprese lo que necesita comunicarnos y ser pacientes, manteniendo mientras conversa la atención centrada en aquello que nos está diciendo.

Solo así cabe apreciar quién es el otro y qué desea transmitirnos. De lo contrario, resulta muy sencillo filtrar sus palabras y entender lo que esperamos oír de él o lo que más se adecua a nuestro humor.

Por eso, no sabe escuchar: · quien emite juicios de valor sobre lo que su interlocutor le está contando o discute acerca de ello; · el que interrumpe la conversación o completa las frases del otro, dando por supuesto que ya conoce lo que le pasa y adelantándose a exponerlo; · quien se distrae durante el diálogo, entreteniéndose u ocupándose en hacer otras cosas; · el que se apresura a dar soluciones, en vez de aguardar, suponiendo razonablemente que el otro es capaz de hallarlas por sí mismo, tal vez auxiliado por nuestras preguntas.

— «Mirarse» mientras se habla

Como mera ejemplificación de lo que vengo apuntando, me gustaría poner de relieve que, en la comunicación auténticamente personal, la mirada franca y sincera representa una función de muchísima más categoría que la simple expresión oral.

Lo haré, por no alargarme y porque su planteamiento es en extremo penetrante y sagaz, siguiendo algunas indicaciones de Carlos Llano. «Hemos dicho —nos explica— que las personas se relacionan de una manera íntima, ya que la intimidad es la característica propia de la persona […]. Esta intimidad aflora y hasta hace su eclosión en la familia, y lo hace de muchas maneras.

»Una de ellas, y quizá la principal y más expresiva, es la comunicación de la mirada. Mirarse a los ojos produce una estrecha relación de la que son incapaces las palabras. Los ojos dicen, expresan, reflejan, traslucen el interior de la persona de una manera más natural y directa que la palabra.

Ésta puede quedar tácticamente modificada por la inteligencia misma de la que debería ser su expresión natural. La mirada no: el entendimiento y la voluntad no poseen respecto de la expresión visual el mismo dominio de que gozan sobre la palabra. En este sentido, podemos aun afirmar que la mirada traiciona lo que la palabra expresa.

»La tintura de hipocresía, la sensación de doblez que deja la persona de lentes oscuros permanentes, es prueba de lo que decimos: quien no quiere que veamos su mirada, algo esconde. Es prueba de lo mismo también el individuo que, durante su conversación con nosotros, no nos mira a los ojos, sino que desvía su mirada a objetos menos vivos que el rostro de su interlocutor.

»No estamos refiriéndonos a fenómenos psíquicos de alguna complejidad, sino a la relación vulgar entre personas vulgares como lo puede ser un trato de negociación mercantil. Nos sentimos inseguros de personas con las que no podemos comunicarnos con los ojos, que ocultan su mirada, que no miran de frente».

Y, abundando sobre el mismo tema, añade: resulta imposible «entrar en el fondo del alma cuando no podemos hacerlo mediante esas ventanas privilegiadas que son los ojos de nuestro interlocutor. Es verdad que a través de la pantalla televisiva podemos ver los ojos de quien nos habla.

Podemos ver sus ojos, sí, pero no podemos ver sus ojos mirando a los nuestros, en donde se condensa la relación visual, y gracias a la que podemos entrar en los estratos más profundos del alma, porque en el mismo momento puede el otro —nuestro interlocutor— entrar a través de nuestros ojos en los estratos profundos de la nuestra».

Para concluir más tarde: «No es a los ojos a los que hay que atender: es a la mirada que los ojos del otro dirige a los míos. Hasta que esto no se dé […], no habrá aún verdadera comunicación. No hablamos de comunicación íntima, sentimental, personalizada.

Hablamos de comunicación verdadera (porque la verdadera comunicación es íntima, sentimental, personalizada, aunque sea también abstracta, universal y objetiva)».

Resulta fácil advertir el cúmulo de sugerencias que transmiten estos párrafos, entresacados un tanto al azar entre otros de semejante calibre: por ejemplo, las fronteras insuperables que, hoy por hoy, presenta Internet para una auténtica comunicación personal… a pesar de los avances innegables que en esta misma dirección se están realizando. Pero las dimensiones de este escrito impide desarrollarlas como sería deseable.

— Repetir

Una buena manera de asegurarse de que uno ha comprendido las ideas expuestas por otro es la de repetirlas con las propias palabras o parafrasearlas, pidiéndole que nos confirme si hemos entendido bien.

Además, al obrar de este modo, le damos la prueba de que nos tomamos en serio lo que dice. Ignorar, aceptar con suficiencia o ridiculizar lo que se nos comenta, resulta siempre profundamente lesivo: hiere en lo más hondo del alma.

— Responder

Para que exista comunicación no basta con escuchar. Es preciso también expresar nuestro parecer sobre lo que nos dicen. En ocasiones, las menos, puede bastar un «sí… es cierto… sin duda… de acuerdo… tienes razón…», que asegura que el mensaje ha sido recibido, al tiempo que promete una contestación definitiva más tarde, cuando hayamos reflexionado a fondo sobre lo propuesto.

También cabría pensar que quien calla otorga, y responder con el silencio; pero es desaconsejable por resultar mucho más cálida y humana, y mucho más declarativa, la voz.
De ahí que, de ordinario, deba evitarse contestar con sonidos inarticulados: «hum», «pss»… Al contrario, a la manifestación de interioridad de nuestro cónyuge hemos de corresponder con un conjunto de expresiones articuladas —las propias y específicas del ser humano—, que satisfagan lo más ampliamente posible la cuestión que nos plantea.

— Adecuar el comportamiento a la palabra

El modo de actuar debe ser coherente con lo que manifiestes de viva voz.

Por ejemplo, cuando dices a tu mujer: «te escucho», debes también cerrar el periódico o apagar el televisor. Y cuando ella sabe que no le va a dar tiempo a arreglarse lo mejor es que lo confiese cuanto antes y con toda sencillez; no basta con repetir durante veinte minutos: «¡ya estoy casi lista!».

— Valentía

En toda relación amorosa se pone en juego una delicada urdimbre de sentimientos. Estos dan belleza y esplendidez al nexo de amor, pero también lo tornan frágil y lo exponen a ciertas crisis.

A veces resulta costoso descubrir su origen. En tales casos, puede ayudarnos a suavizar eventuales tensiones o malentendidos un esfuerzo valiente para abrir nuestro corazón a la pareja, pedir que ponga el suyo al descubierto e intentar examinar juntos la avería.

Si esto no se hace, no es difícil que los dos se manifiesten el propio malestar bajo la forma de reprobaciones sordas o de alusiones o bromas o ironías, que irritan al cónyuge, sobre todo cuando se hace en presencia de otros.

Se originarán resentimientos, acritud y encerramiento en uno mismo. Después, cuando el peligro ya resulte evidente, tal vez uno dirá al otro que habría debido manifestarle lo que no iba bien. Y el otro se sentirá con derecho a responderle: «¡Tendrías que haberte dado cuenta!».

— Espíritu positivo

Si deseamos que nuestro cónyuge se corrija en algún detalle, es importante intentar hacerle las observaciones oportunas del modo más positivo posible, de forma que resulten más aceptables y no demasiado amargas.

Por ejemplo, en vez de espetar: «Eres un egoísta. No me harías un favor incluso aunque vieras que me estaba muriendo. Pero de tus cosas nunca te olvidas», podría decirse: «Tu descuido me ha causado pena. Estaba tan segura de ti. Para mí era tan importante…».

O en lugar de acusar: «Ayer me hablaste en un tono del todo improcedente», cabría insinuar: «Perdona, en la conversación de anoche perdí un poco los estribos, estaba nervioso y excitado… y conseguí sacarte también a ti de tus casillas».

— Búsqueda sincera de la verdad

Como anunciaba, en la medida en que verse sobre cuestiones más de fondo, y sobre todo cuando se trate de resolver posibles problemas, el esfuerzo de comunicación entre los cónyuges no debe tender solo a manifestar lo que uno y otro sienten y piensan, sino también —y más aún— a descubrir la verdad del asunto que llevan entre manos y juntos pretenden esclarecer.

El objetivo radical de la comunicación es el conocimiento de la verdad, único modo eficiente de conjurar al tiempo el peligro de sentirse solos. No se trata, por tanto, principalmente, de exponer lo que creen ver los sujetos dentro de sí, sino sobre todo cuál es la realidad de las cosas, externas e internas.

Y así, por acudir a un ejemplo bastante común, no sería suficiente que los padres llegaran al acuerdo de permitir al chico o a la chica de 12-13 años salir habitualmente las noches de los fines de semana y volver a casa al amanecer; como tampoco sería fruto de auténtica comunicación en la verdad acordar sin motivo justificado no acoger a los hijos que Dios quiera enviar durante los primeros años de matrimonio (o más tarde, como es obvio).

En los dos supuestos, la común decisión y concierto de la pareja atenta contra la naturaleza de la familia y no puede producir auténticos frutos de paz y alegría y hacernos efectivamente salir de nuestro aislamiento. Constituyen tan solo apariencias de comunicación, puesto que no dan a conocer la realidad ni se adecuan a su deber-ser.

En cualquier caso, conviene insistir de nuevo en que los esfuerzos positivos por establecer una cada vez más rica comunicación entre los cónyuges y por adaptar el propio modo de ser a los deseos y necesidades de nuestra pareja resulta un elemento clave para convertir el matrimonio en lo que debe ser: una aventura apasionante.
No es cosa fácil.

Como recuerda Federico Suárez, «hacer que dos personas de distinto sexo (lo que implica distinta psicología, distinto modo de discurrir y de ver las cosas, distinta sensibilidad, gustos desemejantes, carácter diverso —y a veces, contrario—, en ocasiones diferentes creencias o convicciones), acaben acoplándose de tal modo que se complementen a la perfección, es una hazaña que requiere algo más que saber lo que tienen que hacer para tener hijos y una vaga intuición sobre el modo de educarlos, pues reclama cierta dosis (a veces gran dosis) de comprensión, de paciencia con los defectos del otro (todos tenemos defectos) o con su modo de ser, abnegación, espíritu de sacrificio, sentido de la proporción…».

3. Aprender a discutir

A pesar de la ayuda que pudieran prestar las mejores reglas, y a pesar sobre todo del cariño e ilusión crecientes que se pongan en evitarlos, es natural que en la vida de un matrimonio existan discusiones, momentos de tensión, diferencias de opiniones y de gustos.

La relación entre la pareja se refuerza y madura también de este modo, superando los conflictos y, sobre todo, aprendiendo a perdonar y a ser perdonado, que constituyen dos de las más sublimes, jugosas y gratificantes expresiones de amor.

Por lo demás, a pelearse se va uno entrenando un poco ya desde el noviazgo. No hay, pues, que asustarse demasiado ni intentar evitar a toda costa las discusiones, reprimiendo emociones y sentimientos.

En ocasiones es bueno desfogarse. Pero resulta imprescindible aprender a discutir.

— Diez consejos básicos

Doy por eso algún consejo deportivo al respecto o, si se prefiere, «El decálogo del buen discutidor»:

1) No eludas la discusión por encima de todo, ni la cortes saliendo ostentosamente de la escena, cuando temes estar equivocados. Y si hubieras obrado de este modo, ten la honradez de volver, pasados los momentos de enfado, y replantear el asunto hasta alcanzar el acuerdo deseable.

2) Ten la disposición habitual de reconocer tus defectos y errores… y amar e incluso llegar a «sentir ternura» por los de tu cónyuge. Son signos de grandeza de ánimo.

3) Si adviertes que has dicho algo no objetivo o injusto, retíralo de inmediato lealmente, pidiendo perdón si es necesario (es decir: casi siempre).

4) Evita agresivas y descalificadoras ofensas personales y actitudes irónicas o despreciativas.

5) Presta atención para no proyectar inconscientemente en el otro la razón de tu malhumor. Más vale «desaparecer de la escena» por algún tiempo que descargar sobre el cónyuge o sobre los hijos una tensión de la que ellos no tienen responsabilidad.

6) No levantes acta de las culpas de tu pareja ni te empeñes en seguir echándole en cara cosas ya pasadas: menos cuanto más graves o dolorosas hayan podido ser. No devuelvas jamás a tu cónyuge al pasado: no tienes derecho (con el «sí» que le otorgaste en el matrimonio redimiste todos y cada uno de sus errores pretéritos). Intenta vivir en el presente y mirar hacia adelante.

7) Esfuérzate por comprender, si es el caso, que la rabieta del otro está surgiendo de una momentánea necesidad de desahogo.

8) Permite al cónyuge llegar hasta el final en la exposición de su malestar, intentando por todos los medios comprender su punto de vista; a menudo le bastará esa posibilidad amable de desfogue para calmarse en un 50%.

9) Procura exponer tus razones de forma clara y breve, con la máxima calma posible y, si eres capaz, con un tanto de humor (que equivale a saberte reír de ti mismo, a no tomarte demasiado en serio), pero jamás con ironía.

10) Conseguid, como ya se ha sugerido, que incluso las discusiones más violentas acaben con un gesto de reconciliación; de esta suerte, hasta las propias disputas formarán parte del humus sobre el que crece el amor conyugal.

Tal como explica José Pedro Manglano, «todo lo que constituye la vida normal puede ser alimento bueno» para el amor. «Todo: lo positivo y lo negativo».

El buen amor «se alimenta de palabras, de compras, de necesidades, de ver la tele, de ir al médico, de paseos… Del mismo modo que se alimenta de discusiones, de aburrimiento, de malentendidos, de fallos propios, de fallos del otro, de manías y de preferencias.

Podríamos decir que el amor dispone de un aparato metabólico que es capaz de convertir en alimento incluso lo que de por sí es nocivo: la traición, el olvido, el desamor».

Por eso, más que el propósito de no pelearse jamás, conviene hacer el de recomponer la paz cada vez lo antes posible: nunca un matrimonio debería entregarse al sueño sin haber resuelto los posibles conflictos originados durante el día.

El amor conyugal no muere a causa de las trifulcas, sino que lo matamos por no saber ponerles remedio y sacar partido de ellas.

Si por desgracia alguno de vuestros hijos ha presenciado vuestra disputa —cosa que siempre se debería evitar—, es bueno que asista también a vuestra reconciliación.

— Y cuatro principios de fondo

Si a pesar de todo vuestro esfuerzo las cosas se pusieran mal, no olvidéis que quien responde al desprecio o al odio con el amor siempre vence. «Donde no hay amor —recordaba San Juan de la Cruz—, pon amor y encontrarás amor».

Debemos convencernos hondamente, sin temor a ser tachados de ingenuos o utópicos: el amor es el arma más poderosa, porque con ella participamos del más vigoroso poder de Dios.

De ahí que, tras haber rememorado esta idea fundamentalísima, tal vez convenga exponer otros cuatro principios básicos, de más calado que los anteriores, por cuanto expresan las disposiciones más hondas, y capaces por eso de dirigir y enderezar el cambio de opiniones entre los esposos y resolver las posibles dificultades. Podrían enunciarse así:

1) Estudiar los problemas más que discutir sobre ellos.

La actitud radical de los cónyuges mejora hondamente con ese cambio de enfoque aparentemente mínimo.

Discutir entraña casi siempre, de manera más o menos velada, un enfrentamiento entre los componentes del matrimonio, que de forma no del todo expresa se sienten acusados e incluso rechazados por el otro, y un semiconsciente afán de llevar razón.

El estudio objetivo de las cuestiones que no van en la familia —entre los cónyuges, en su relación con los hijos o en la de éstos entre sí—, más cuando se realiza como si se hablara de otras personas, elimina la carga de subjetividad y orgullo que tantas veces impide descubrir la auténtica realidad y la solución para el entuerto.

Recordaba un sacerdote santo de nuestros días que de la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento.

2) Pedir sinceramente al otro que nos explique su pensamiento

También en este caso puede parecer una minucia, pero la manifestación del deseo sincero de entender los motivos radicales que llevan a nuestra pareja a opinar o a obrar de un determinado modo nos sitúa en condiciones óptimas para contrastar objetivamente sus pretensiones con las nuestras y provoca en el cónyuge la actitud de apertura que la discusión acalorada suele matar, por cuanto advierte en nosotros la disponibilidad para comprender de veras su punto de vista.

3) Cambiar uno mismo como invitación para que el otro modifique su conducta

Como expone Borghello, «el arte del diálogo se basa sobre un principio fundamental para la vida de los cónyuges: si quieres cambiar a tu cónyuge cambia tú primero en algo.

»Siempre existe algo en el tono de la voz, en el modo de recriminar, en el de presentar el problema, etc., en que yo puedo mejorar.

»Por lo normal basta que yo lo haga para que la otra persona cambie de inmediato.
»Si no sucediera así, después de algunos días de mudanza real por mi parte, es conveniente hablar: se reconocen los propios errores pasados, se hace notar que de un tiempo a esta parte ha habido una mejora y, a continuación, se pide al cónyuge una pequeña transformación [algo que realmente pueda llevar a cabo, no una transformación radical] que facilite el amarlo con sus defectos.

»Una vez hecho esto, si el otro está de acuerdo, lo más importante ya ha sido realizado.

»Sin duda, sería exagerado pretender que desde ese momento no caiga más en el defecto admitido; basta que luche. Lo importante, con el arte del diálogo, es que cada uno reconozca las propias deficiencias sin necesidad de encarnizarse en las de la pareja.

»Quien no haya jamás probado a modificar el propio modo de obrar para ayudar a los demás a hacerlo, basta que lo intente y advertirá de inmediato una mejoría perceptible»… y en ocasiones asombrosa.

4) De nuevo el olvido de sí y la amorosa aceptación del otro

A lo que todavía cabría quizás añadir un comentario.
Por más que la comunicación y el deseo de mejorar de ambos cónyuges gocen de una importancia notabilísima en el seno de la vida en común, más relevantes todavía son el cariño, la comprensión honda y esforzada, la aceptación radical del modo de ser de nuestra pareja… y la falta de apego a nuestro yo: si el verdadero amor culmina siempre en entrega, la mejor lucha para querer a fondo consiste en deshacer las amarras que nos ligan a nuestro propio ego, de modo que efectivamente éste se encuentre disponible para ofrecerlo —¡y para aceptar!— a la persona amada.

De ahí que, en caso de conflictos o de disparidad de opiniones, lo absolutamente imprescindible —antes y por encima de intentar modificarlas o suprimirlas— sea el esfuerzo por ponerse a uno mismo entre paréntesis, el afán por comprender y aceptar las diferencias esenciales que provocan la disensión y el empeño por aprender a vivir con ellas… sin por eso disminuir ni un ápice el amor, la honra y el respeto que nuestro esposo o nuestra esposa incondicionalmente merecen.

Si se obra de este modo, casi cabría asegurar que la relación entre los cónyuges está a salvo de deterioros significativos… o puede recomponerse si ya se ha venido un poco abajo.

Autor: Tomás Melendo Granados

ACTUEMOS COMO PADRES...

ACTUEMOS COMO PADRES...

Bueno, pero... ¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que nos hace suponer, que alguien más tiene la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos, si nosotros, que se supone que somos los que más los amamos, no queremos tomar esa responsabilidad?

Es ridículo ver esas mesas redondas, en las cuales funcionarios públicos, dueños de bares y discotecas, miembros de comités ciudadanos y medios de comunicación se culpan unos a otros por algo que no es más que falta de responsabilidad de nosotros los padres.

Que si en los bares le venden alcohol a menores; que si los agentes de tránsito reciben sobornos, que si no cierran estos lugares a la hora señalada...

¿Pero en dónde están los padres de éste menor que tomó más de la cuenta?, ¿Quién lo recibe en su casa a esas horas y en ese estado?, ¿Quién le dio el dinero para entrar en el bar, para el alcohol y para el soborno? , ¿Dónde están los padres que le dieron el carro a un menor que no es capaz de hacerse responsable y maneja aunque esté tomado?

¡Por favor! ¿En qué piensan los padres de esos jóvenes que salen de su casa a las 11 de la noche, habiendo empezado a tomar desde en la tarde, durante el partido de Tigres contra Rayados?

¿Y qué están pensando los padres de la jovencita de 16 ó 17 años, que va a conseguir raid de regreso con la mamá de fulanita, sin querer enterarse de que esa mamá ni siquiera está en la ciudad?

Por qué queremos pasarles la responsabilidad de decidir en manos de quién ponen su vida si todavía no son capaces de decidir de que color pintarse el pelo, hoy con rayitos, mañana mejor negro. Por qué les damos permiso a nuestras hijas de irse a dormir después de la disco a casa de una amiga y cargamos la responsabilidad de llevarlas a los novios de 19, 20 años quién sabe a qué hora y no sabemos ni cómo, pues puede ser que tome de más ¿Por qué queremos creer que son maduros y responsables si nosotros mismos no lo estamos siendo?

Nos volvemos ciegos a los peligros por comodidad, nos hacemos los "buena onda", "es que yo sí le tengo confianza a mi hija". ¡Lo que tenemos es miedo ,flojera, no queremos actuar como padres!

Nuestros hijos no necesitan que seamos sus amigos... Ellos ya tienen un montón de amigos, de su edad. Nuestros hijos necesitan padres valientes y responsables, que pongan reglas y luego estén ahí para ver que se cumplan.

¿Cómo va a depender la seguridad de mi hijo del barman de un antro o del agente de tránsito, o del dueño de la disco si cumple la ley y cierra a las 3:00 a.m. en lugar de a las 6:00 a.m.?

Yo creo que sí debería haber una ley. Pero para los padres de familia. Yo creo que sí debería de haber un horario, pero el que los padres pongan en su casa independientemente de la hora que cierren los antros. ¿De qué tenemos miedo, papás? ¿Por qué no podemos poner reglas? ¿Por qué no podemos exigir que se cumplan?

Si los jóvenes no necesitaran guía, si no necesitaran límites, autoridad a quién respetar... no existiríamos los padres.

Se nos encomendó una misión muy especial, la más grande: colaborar con Dios en la Creación y es a nosotros a quien se nos pedirá cuentas por nuestros hijos, no al dueño del bar, no al amigo de nuestro hijo que iba conduciendo borracho cuando chocaron, no al policía, no al maestro...¡a nadie más!

Nunca, nadie podrá hacer que nuestros hijos regresen a casa a tiempo y a salvo, si nosotros no podemos hacerlo.
No existe ley, ni horario, ni funcionario capaz de hacer por nuestros hijos, lo que nosotros no queremos hacer.

ACTUAR COMO PADRES

Es muy difícil, claro, oír de ellos "Es que todos te tienen miedo, papá", ¡Pues no importa! No estamos en campaña de elecciones para el papá más popular del año, ya cada quién tiene el padre que le tocó y sería estúpido poner en peligro la seguridad de nuestros hijos por quedar bien con sus amigos.

Es terriblemente injusto, además, que estén en peligro jóvenes que sí tienen reglas en su casa, que saben que al llegar, estarán esperándolos sus padres, desvelados pero contentos de saber que se divirtieron y orgullosos de comprobar que van madurando y que actúan de acuerdo a lo que se les está tratando de inculcar: Libertad con Responsabilidad.

Es horrible oír de muertes de muchachos así, que han tenido la desgracia de toparse con esos otros jóvenes, hijos "Huérfanos" de padres "buena onda".

No estaría mal, ganarnos el respeto de nuestros hijos, tomando las riendas de su vida, haciéndonos responsables de su hora de llegada, de lo que toman, de sus calificaciones, haciéndoles saber lo que esperamos de ellos y creando los medios para ayudarles en su lucha para conseguirlo.

Pongamos los pies en la tierra, seamos concientes...Los jóvenes lo único que necesitan, es que... “ACTUEMOS COMO PADRES”

Desconozco el Autor:

VIVE SIN LAMENTOS...

VIVE SIN LAMENTOS...

Tu apatía, no es falta de fuerzas. Es falta de abastecimiento.

Tu sombra no es mala suerte, sino la mala posición que adoptas con respecto al sol.

Tu indiferecia, no es que nada te guste. Sino que en nada te has puesto a funcionar.

Tu soledad no es que nadie te quiere. Es que utilizas las quejas en vez de ponerte a disposición para que te utilicen.

Tus lagrimas no son las mas amargas. Sino las que han encontrado mejor caldo de cultivo.

Tus alas no son las mas cortas. Sino las mas amarradas.

Tu inteligencia no es la menos dotada. Sino la que nunca has puesto a trabajar en toda su capacidad.

Tu vida no es la mas insignificante. Sino la que se te ha ido sin prestarle atención.

VIVE LA VIDA Y QUE NO SE TE PASE SIN VIVIRLA!!!!!!!!!!!!!

Autor: Luisa M.

08 octubre 2007

TIPS PARA EL LLENADO DE GASOLINA...

TIPS PARA EL LLENADO DE GASOLINA...

Hola, Algunos tips para que ahorren un poco en gasolina, No sé cuanto estén pagando por su gasolina....pero aquí en California también está cara, hasta $3.50 por galón.

Mi área de trabajo es el petróleo, por ya más de 31 años, así que aquí les van es algunas ideas para sacar más valor por su dinero en cada galón.

Aquí en la compañía de tubería Kinder Morgan Pipeline donde trabajo en San José, CA entregamos cerca de 4 millones de galones en un período de 24 horas por la tubería. Un día es diesel al día siguiente combustible de jet, y gasolina regulares y Premium.Tenemos 34- tanques de almacenamiento aquí con una capacidad total de 16.800.000 galones.

Compra o llena el tanque del carro solamente temprano por la mañana que es cuando la temperatura la tierra aun está fría. Recuerda que todas las gasolineras tienen sus tanques de almacenaje enterrados bajo tierra. Entre más fría esté la tierra más densa estará la gasolina, cuando el clima es más cálido la gasolina se expande, por lo que el galón que compras por la tarde....ya no es exactamente un galón.

En el negocio del petróleo, la gravedad específica y temperatura de la gasolina, diesel y gas-avión, etanol y otros productos del petróleo juegan un papel importante. Un incremento de 1 grado de la temperatura es un problema importante para este negocio. Pero las gasolineras no tienen una compensación por temperatura en las bombas.

Cuando estés llenando el tanque no pongas la manguera en modo expendio rápido. Si te fijas verás que el disparador tiene tres (3) partes: lento, medio, y alto. En modo lento usted debe bombear en velocidad baja, de tal modo se reducen al mínimo los vapores que se crean que mientras que usted está bombeando.

Todas las mangueras en la bomba tiene un retorno de vapor. Si usted está bombeando rápido, algo del líquido que va a su tanque se convierte el vapor y el retorno de vapor lo regresa al tanque de almacenamiento subterráneo de la gasolinera, por lo cual está usted pagando más por menos.

Otra recomendación importante es llenar el tanque cuando esté a la mitad, ya que entre más gasolina tengas en el tanque habrá menos aire ocupando espacio y la gasolina se evapora más rápido de lo que te imaginas.

Los tanques de almacenamiento tienen un techo interno flotante y les sirve de una tolerancia cero entre el gas y la atmósfera, por lo que minimiza la evaporación, y a diferencia de las gasolineras, aquí donde trabajo cada camión que cargamos tiene una compensación contra temperatura por lo que cada galón que cargamos es exactamente eso.

Una más, si hay un camión bombeando gasolina dentro de los tanques de almacenamiento no te pares a cargar gasolina, NO lo llenes por que la gasolina que está adentro está siendo revuelta y todas las impurezas que usualmente se van al fondo podrían terminar en tu tanque de gasolina.

Espero y esto te ayude a sacar más provecho de tu dinero. Todos los dias se aprende algo......

Desconozco el Autor:

PLACEBOS DEL ALMA...

PLACEBOS DEL ALMA...

¡Feliz quien contigo suspira,
escucha el eco de tu voz,
cual halago de sonrisa admira
y el aroma de tu aliento respira!

Suerte, que envidioso admira el ángel
que en el cielo mora, el alma turbada,
el corazón devora,y el tiempo, al andar, expira.

Ante mi, desaparece el mundo
y por mi mente el fuego
Ligero siento tu amar profundo.
Temo, en vano resistir quiero.

De ardiente llanto mi mejilla inundo.
¡Delirio, gozo, te bendigo y muero!
Cual principio y fin, no puedo

El alba despierta los sentidos
Y el dolor de no verte
Pues sin ti yo muero
Cual ave sin nido.

Solo el calor de tus brazos
Y las llamas de tu amor
Son placebos que a mi alma
Calma.

Autor: Hector.OGG.

LA FLOR DE JAMAICA...

LA FLOR DE JAMAICA...

Esta planta es un arbusto de aproximadamente 3 metros de altura, se cultiva en huertos y jardines; en Chiapas (México) la usan para aliviar el dolor de estómago y en Jalisco para los riñones.
En otras partes de la República Mexicana preparan la bebida para tratar la hipertensión arterial, cálculos de riñón, estreñimiento, disentería, fiebres, inflamación de las encías y en general contra la disminución de las defensas del organismo.
Siendo muy popular el agua de jamaica, sólo se le atribuían propiedades diuréticas y se tomaba como auxiliar en la disminución de peso, los demás usos mencionados anteriormente no son muy conocidos.
El descubrimiento de que sus nuevas propiedades eliminan el colesterol en el 99% de los casos fue debido a que se detectaron mejorías considerables en pacientes con problemas de colesterol.
Al cuestionarlos a que se podía deber esa disminución, muchos coincidieron en que al tomar agua de jamaica sentían alivio a su enfermedad.
Muy interesados en seguir esa investigación, la química farmacobióloga, Yolanda Aquino y el doctor Alfonso León Cruz, adscritos ambos al Hospital General de Zona No. 1 en Oaxaca, con el apoyo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Conacyt, iniciaron los estudios pertinentes.
En el transcurso de un año trataron a pacientes de entre 30 y 60 años de edad con niveles muy altos de colesterol y triglicéridos (Lípidos). A unos se les administraron los medicamentos de eficacia demostrada y a otros la flor de jamaica. Los resultados fueron contundentes respecto a las virtudes curativas de la jamaica, pues se mostraron cambios en los lípidos (sustancias grasas) de los pacientes en observación: el colesterol se redujo un 35% y los triglicéridos un 19%.
Este descubrimiento ha revolucionado la investigación científica, pues según los contundentes estudios, ya no será necesario acudir a hospitales extranjeros ni seguir ratamientos costosos gracias al trabajo de los médicos mexicanos.
Abigail Aguilar Contreras, jefa del Herbario del Centro Médico Nacional 'Siglo XXI' del IMSS, declaró que la utilización de la planta para el tratamiento de las hiperlipidemias y prevención cardiovasculares es proporcionar una alternativa viable para la salud de amplios grupos de la población, ya que como medida preventiva o curativa, la flor de jamaica es igualmente efectiva en todos los casos en que se presentan hiperlipidemias o lo que es lo mismo, trastornos metabólicos caracterizados por la existencia de niveles elevados de lípidos en la sangre.
La parte que se emplea de la planta Hibiscus sabdarifa son los cálices carnosos que envuelven al fruto maduro (la flor), se desecan al aire libre y sirven para la obtención de una infusión de color rojo intenso, aromática, que consumida fría o templada tiene un rico sabor. Los cálices también se usan para la elaboración de gelatinas, helados, colorantes para alimentos, jaleas, tes, productos cosméticos, etcétera.
Para aprovechar las cualidades curativas de esta grandiosa planta sólo necesitan 10 gramos de la flor de jamaica en medio litro de agua, hiérvanla durante 15 minutos. Transcurrido el tiempo cuelen la infusión, de tal manera que nada más quede el líquido. Aparte, en una jarra, agreguen el líquido obtenido y añádanle además dos litros de agua purificada y endúlcenla al gusto (hay quien le agrega jugo de limón, esto es opcional, según el gusto).
Ahora sí beban toda la cantidad que quiera de ella y hagan un buen hábito al consumirla como agua diaria, pues así, evitarán el engrosamiento de las arterias y podrán prevenir o disminuir el exceso de colesterol en la sangre.
Posiblemente en otros países, su nombre sea otro, la flor es fácilmente identificable, su sabor y su aroma deliciosos.
Tip de mi cosecha: La flor ya hervida, fríanla con cebolla picada y chile serrano al gusto, agregenle un poco de jugo maggi y disfrútenla en tacos. Si les gusta le pueden añadir un poquito de limon al comerla, si no con su propia acidez queda rica. A mi me gusta y no desperdicio la flor. Es rica como botana.

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